REENCARNACION Y ELEVACION ESPIRITUAL

 Sólo por el amor será salvo el hombre.

 

L

o dije hace dos mil años: hay que nacer, renacer y volver a nacer. Y así es como se va evaluando para bien.

·        Hay que recalcar mucho: “De dónde venimos” “A qué venimos” y “Adónde vamos”.

·        Están muy equivocadas las personas que creen que cuando se muere con eso se acaba todo.

·        La muerte normalmente no existe más que en el hombre, porque después de la muerte es cuando hay vida.

·        Dios da a todos las cosas por igual, pero no puede ser en el mismo momento a todos. POR ESO EXISTE LA REENCARNACIÓN.

·        La persona debe saber que cuanto más se PURIFIQUE uno, mejor estará y más responsabilidad tendrá luego.

·        Porque en la vida, si no aceptamos, si no empezamos a querer saber lo que es la REENCARNACIÓN, no tiene fundamento ninguno que estemos nosotros aquí en la Tierra.

·        Si estas cosas se supieran, estoy seguro que jamás habría una guerra, ni robos, drogadictos, ni enfermedades tan contagiosas...

·        Se debe enseñar las REPERCUSIONES que tiene el robo.

·        La persona que mata, cuando vuelva de nuevo tiene que pasar exactamente por la misma muerte que ha dado a esa persona.

·        ¿De dónde venimos? Cuando hablo algo de LA REENCARNACIÓN es porque es verdad. De Dios venimos.

·        ¿Y hemos venido aquí a qué? Pues hemos venido a PURIFICARNOS a la Tierra, aunque os parezca mentira. Lo que ocurre es que pensamos que Dios nos ha abandonado, y no es así, sois vosotros los que abandonáis a Dios.

·        La Tierra es un lugar de destierro, es un lugar de PURIFICACIÓN para todo el mundo.

·        ¿Y adónde vamos? Pues bueno, vamos de mundo en mundo hasta llegar a donde salimos.

 

 

Casa de Cultura de Sagunto, 10 de marzo de 1991

 

L

a reencarnación, por lo tanto, existe. Porque hay mucho lío en todo esto. Yo he oído a muchas religiones que van diciendo por ahí que la reencarnación no es verdad porque la propia verdad es la resurrección.

            También podéis decir que Cristo resucitó al tercer día. Pero eso solamente fue para que supiéramos que Dios ha existido siempre. Pero, pensad vosotros si, desde que el mundo es mundo, y más aún dentro de otro tanto tiempo, si todos los muertos resucitaran: ¿dónde podríamos estar nosotros? No habría sitio para todos.Por lo tanto, lo que existe es la reencarnación.

            Hemos venido a la Tierra a purificarnos. Y muchas veces nos preguntamos:

            “–¿Por qué Dios se ha olvidado?.. Y, ¿por qué le da a unos tantas cosas y otros tenemos tan pocas?”

            No es que nos dé más, ni nos dé menos. Nos da a todos por igual, lo que ocurre es que en una vida no podemos tener todo cuanto tenemos que tener.Tienen que pasar varias vidas.

            Si no llegáramos a morir, es tanta la envidia y el orgullo que: ¿vosotros creéis que no habrían muchas más guerras que las que están pasando y al mismo tiempo? Porque si uno de vosotros, en algún momento, ha matado a una persona (bien porque está alcoholizado, porque pierde la cabeza, por cuanto sea), la otra familia seguiría toda una vida hasta ver cómo se puede vengar de él. Y luego sería la otra.

            Pero también es verdad que una persona cuando tiene 80 años: decidme vosotros, ¿qué puede desarrollar esa persona? ¿Qué trabajo puede desarrollar? Cada vez menos. Entonces, si la persona muere entre 70 u 80 años (o cuando le llega), vuelve nuevamente ese espíritu (la carne no), pero ese espíritu vuelve otra vez a entrar en una materia.

 

 

El Rebollar, 3 de noviembre de 1991

 

¿Q

ué importa la felicidad si tu conciencia no te la otorga? Se puede decir “yo tengo felicidad” cuando sabes que has obrado bien, cuando sabes que nadie te puede reclamar nada ni aquí ni en la otra vida. Eso sí que es felicidad.

            Vosotros sabéis que aquí, como mínimo (en este mundo), una persona que se comporte muy bien, con amor hacia todos sus hermanos, ha de venir tres veces, tres vidas como mínimo; pero eso no quiere decir que no vayas a venir cuatro, o diez o veinte, o ¿quién sabe?

            Y si todos trabajamos para la misma empresa, si todos trabajamos para el Dios único en todo el Universo: ¿por qué hemos de tardar tanto? ¿No es mejor que ayudemos a nuestros hermanos a salir de este mundo? Y, al mismo tiempo, saldremos nosotros también, porque nos estamos ayudando a nosotros mismos cada vez que hacemos algo por cada uno de nuestros hermanos.

            No veis que, por ejemplo, si vosotros habéis de tardar para llegar a nuestro Padre tres mil o cuatro mil años, de la otra forma serían millones de años, ¿por qué perder ese tiempo?

            Luego decimos que vivimos mal, se dice muchas veces que este mundo es asqueroso, pero nosotros hacemos el mundo así. Porque yo estoy diciendo que si nos amamos unos a otros, si nos ayudamos todos en cuanto podamos, nosotros adelantaríamos muchos cientos y miles de años.

            Para que veáis que no os engaño en nada, como mínimo he dicho para llegar arriba, a donde todos tenemos esa esperanza, menos de tres mil años no se va a gastar. Nadie, o casi nadie, podrá rebajarlo. Si esto os lo digo así, es porque lo sé.

            Por lo tanto, a vosotros os parecerá:

            “–Esto es imposible, cómo tanto tiempo”.

            Pues, cada vez que nosotros vayamos elevándonos, cada vez que nosotros nos encontremos con esa humildad, conoceremos el bienestar y el amor de los demás, que no lo hemos conocido. Y conforme vayamos elevándonos nos sentiremos mejor, nos sentiremos más cerca de Dios. Porque no es que Dios no esté, nosotros estamos en Dios porque Él está en nosotros, de allí salimos, pero la elevación nos la hemos de ganar nosotros.

 

23 de febrero de 1997

 

O

s quiero decir que una mayoría de personas están convencidas (y es que hay muchas personas que no saben lo que es la REENCARNACIÓN), y están convencidas de que cuando dejéis este cuerpo, o cuando lo han dejado anteriormente, para ellos dicen “que hay que reencarnar en todo: en los minerales, los vegetales, en los animales…” Y tengo dicho que no es así. Y yo digo: si vosotros sois los primeros en saber todo esto: ¿cómo es posible que cuando oís hablar así no sepáis defenderos y decirle la verdad a vuestros hermanos?

            Vosotros pensad (quiero enseñaros para que lo pongáis en práctica también y, cuando oigáis alguna de estas cosas, decir lo que yo os he enseñado). Bien. Si cada persona desde un principio tuviera que haber reencarnado una o varias veces en los minerales, pues, mirad si hay clases de minerales. Pero no os digo nada en los vegetales: mirad si hay clases de plantas. Si cada uno tuviera que volver a reencarnar en las plantas una, o varias veces, y en cada una de las plantas... ¿Cuántas y cuántos?.. Pues, ¿qué serían? ¡Millones de años para poder llegar a ser hombre o ser mujer!

            Daros cuenta que en Castilla-La Mancha y en Soria, pues, ¡veréis si hay espigas de trigo! Si cada espíritu tuviera que reencarnar en una espiga de trigo, o en cada grano, pues, ¡dime tú los millones! ¡Eso sería imposible! O en el arroz de Valencia o cosas parecidas… Mirad, eso es una torpeza y lo único que quieren es tratar de confundir las cosas más, mucho más de lo que están. Si eso fuera así, pues, hombre, si ahora un espíritu estuviera en una planta, o en una espiga de trigo, y la cortáramos, seríamos criminales... Hombre, eso no es así.

            Vosotros sabéis que si sembráis una mata de tomate siempre con la misma simiente, lo que cojáis de la mata, y volváis a sembrar, siempre será una mata de tomate. Pero lo que no va a ocurrir es que nazca una persona de una mata de tomate. Y diréis:

            “–¿Este hombre qué está diciendo? ¿Está de cachondeo?”

            Pues no. Porque es que ya estoy harto de que se digan más tonterías. ¿O es que hay personas por ahí que lo que quieren es confundir lo que yo digo, para que no sea lo que yo digo?

            Y yo, con todo mi corazón, he venido de tan lejos para poder enseñaros a vosotros. Bastante lo siento que no haya la gente que normalmente tendría que estar aquí para dar fe de muchas cosas. Pero bueno, eso es otra cosa aparte.

            Yo sí os digo que, por ejemplo, si Dios es un Espíritu:

            ¿Cómo va a mandar a un ser humano aquí? ¿De qué manera iba a mandarlo?

            Pues cuando nace cualquier niño o niña, para eso Él manda el espíritu.

            ¿Por qué?

            Porque si Dios es Espíritu está claro que nosotros venimos de Dios, ¿no? No vamos a venir de una espiga de trigo. Lo que llevamos dentro de cada cuerpo viene de Dios, y lo demás ya lo hizo así para que engendraran las personas ese cuerpo que nace en su momento.

            He dicho muchas veces:

            “Mirad que los animales y las plantas no pueden llevar un espíritu.”

            ¿Por qué?

            Porque ninguno tiene la inteligencia del ser humano.

            ¿Por qué tiene la inteligencia el ser humano?

            Por el espíritu que lleva dentro.

            Se empeñan en decir que no, que el ser humano con su mente puede hacer lo que quiera. Pues bueno, si un ser humano no tuviera un espíritu verías qué haría la mente. No tendría memoria ni de volver a casa. La mente hace lo que el espíritu le manda y sin ello no sería nada.

            Y pasa con la tontería lo mismo que con el mono.

            “–Y que el mono es...”

            Bueno, pues el mono sea lo que quiera, pero el mono nunca va a dar un ser humano.

            “–Que es muy parecido…”

            Pues también son muy parecidas muchas cosas y no son igual. Pero el mono no puede tener la inteligencia, en ningún momento, por mucho que le enseñen, del ser humano. Y nunca va a salir una persona humana de un mono. Creo que está bastante claro y no lo voy a seguir ya diciendo más.

            Es igual que cuando oigo a muchas personas decir que tienen miedo a la muerte. Pero yo os lo he dicho ya en otras ocasiones y os lo digo una vez más:

            ¿Por qué?

            Entonces, es que no creéis en mi persona.

            A la persona que se le ha muerto un familiar la encuentras llorando. Viene a mí desesperada. Pero, ¿por qué?

            “–¡Ay, es que Dios se lo ha llevado!”

            No, Dios no se lo lleva, Dios no te lo ha quitado, lo que pasa es que él antes de venir pide un tiempo y Dios lo único que hace es recordarle que tiene que marcharse porque el tiempo que él pidió ya se le ha cumplido.

            Lo que tenemos que hacer es alegrarnos cuando se marcha.

            Además, ¿qué padre se va a llevar un hijo para hacerle la vida imposible?

            Pues si Dios se lo lleva, en este caso, es para darle un descanso, para que él se dé cuenta de lo que ha hecho de bueno, o de menos bueno.

            Allí también hay almas que le están asesorando para cuando tenga, o se decida a coger otro cuerpo. ¿Qué consentiríais vosotros mejor: tener un hijo en una casa vieja que se va a derrumbar y tal vez lo coja debajo, o coger y hacerle una casa nueva? Quisiera que me respondierais a eso.

            (El público le responde)

            Muy pocos he oído, pero basta, vale: “Una casa nueva”.

            Pues eso es lo que hace Dios, darle una casa nueva. Y cuando digo “una casa” me refiero al cuerpo. Si una persona que tiene una cierta edad, y ya ha hecho lo que tenía que hacer (porque lo demás es sufrimiento aquí en la Tierra), no hay otra cosa más porque cuando ya son mayores, o tienen una gran enfermedad que sabéis que no se va a curar, si Dios se lo ha llevado, pues, ¿por qué tendréis que estar siempre a regañadientes: “y el por qué y el por qué”?

            Pues, si ya se lo ha llevado, ya no va a sufrir. Mientras ese espíritu que se ha marchado va a estar en un sitio bueno, y está preparándose para coger un cuerpo nuevo, una “casa nueva”, “limpia”, en la cual él puede menearse de otra forma, porque lo que no ha podido hacer ya no lo va a hacer aquí.

            Puede volver de nuevo y, entonces, con lo que sabe, con lo que allí le han enseñado y todo su coraje y su fuerza, puede venir a hacer aquello que no pudo hacer en este tiempo. ¿Y por eso hay que recriminar y decir ciertas cosas de Dios? ¿Acaso sabe alguno cuando dice esto lo que dice?

            Puede que en ese momento esté nervioso, pero, a veces, las cosas cuando no se saben es una cosa, pero, cuando se saben, no puede uno decir el día de mañana cuando le pregunten, que no lo sabía. Porque, claro, es como un vídeo, te lo ponen y dicen: “¿Lo sabía o no? ¿Lo hizo o no?”. Y, entonces, ¿qué vas a decir? Pues nada.

            Por eso muchas veces se habla sin saber. Pero es mejor preguntar que criticar. Preguntar se debe preguntar todo cuanto se quiera, porque quieres aprender, quieres ayudar, quieres trabajar. Pero criticar, eso no es bueno. Mejor dale un consejo si va por mal camino, pero no le critiques. Pues, si tú lo sabes (o tú, o tú, quién sea), sabe que no lo está haciendo bien, lo lógico es que vayáis y, con un cariño como nunca lo ha sentido o lo ha tenido, decirle que “lo sientes, pero que no es así, como lo está haciendo, que esos pasos que está dando van torcidos, que no va por buen camino” y ayudarle.

            Eso sí os sirve: para él y para vosotros. Pero criticarle… no le ayudáis, lo que hacéis es apartarlo o destrozarlo. Y vosotros, mientras estáis criticando, también os estáis perjudicando.

            Por eso os tengo dicho ya de muchas veces: cuidado con lo que habláis, llevar siempre esa alegría, esa tranquilidad y ese cariño y caridad, si es posible, para cuando una persona os la tropecéis y veáis que no va por buen camino. Salir a su paso, que es vuestra obligación.

            Por eso claro, cuando yo pregunto a alguien:

            –¿Vosotros creéis en Dios?   

            –Sí, Señor, yo creo mucho.

            –¿De qué forma?

            –Hombre, yo pido y rezo para que a mis hijos no les pase nada.

            –Hombre, muy bien. ¿Eso es tener fe? ¡Hombre! ¿Y tus hermanos, qué?

 

 

Palma de Mallorca, 14 de junio de 2003

 

A

hora paso a deciros que no rechacéis nunca la Palabra de Dios, pues si no hubiese Dios, cuando un niño nace, el espíritu que viene a entrar en el cuerpo de ese niño:

            ¿Cómo es posible que no se haya perdido viniendo de tan lejos?

            ¿Quién ha mandado a ese espíritu?

            ¿Quién le ha acompañado? ¿Por qué? Porque por sí solo se hubiera perdido. Y, sin embargo, no sólo es que no se ha perdido, sino que ha venido a la Tierra. Ha venido a donde estaba ese niño.

            Lo mismo que cuando una persona está a punto de morir. También dicen que han visto un túnel muy largo y oscuro y, al entrar, han visto una luz muy hermosa. Unos la han visto más de cerca y otros más de lejos. ¿Qué es lo que representa esa luz? ¿Todavía no creéis que Dios existe?

            Bien, el día que vuestros cuerpos mueran, entonces lo creeréis y lo sabréis. Y esto que os digo, estad seguros que es la gran verdad: cuando dejéis vuestro cuerpo vuestro espíritu será llamado por Dios y tendrá que presentarse delante de Dios. Pero eso será cuando estéis preparados y llegue ese momento.

 

            Cuando estéis en la antesala esperando y os llame: ¿cómo os sentiréis? Cuando os diga:

            “–¿Qué me traéis?”

            ¿Cómo vais a responderle? Pensad, pensad qué le vais a llevar. Cuando por segunda vez os hable:

            “–¿Qué riquezas me traéis?”

            ¿Qué vais a contestar? Os lo digo porque unos dirán:

            “–Señor, yo he sido rico allí en la Tierra”.

            “–¿Y a quién has dejado tu fortuna?”

            “–¿A quién se la voy a dejar, Padre mío? Como es normal, a mi familia”.

            “–¿Has dado muchas veces de comer a los pobres?”

            “–No”.

            “–Y, ¿por qué no?”

            “–Ellos son muy distintos… Ellos se arreglan a su manera…”

            “–Hijo mío, has hecho bien cuando me has llamado Señor y cuando me has llamado Padre, porque lo soy. Hijo mío, siento que siendo uno de los más ricos ahora seas el más pobre. Tendrás que regresar de nuevo a la Tierra en cuanto puedas para entrar de nuevo en otro cuerpo.Hijos míos, no deseéis los bienes terrenales, traedme los espirituales.”

            Vuestro Padre pregunta a otro hijo:

            “–¿Y tú qué riquezas me traes?”

            “–Padre mío, yo nada”.

            “–¿Nada? ¿Y, por qué?”

            “–Porque he pasado mucha hambre durante mucho tiempo. No podía trabajar. Comía lo que otros tiraban...”

            “–Entonces, ¿no me traes nada?”

            “–No, Señor”.

            “–Hijo mío, cuando apenas comías: ¿pensaste alguna vez si algún hermano tuyo padecía también como tú?”

            “–Sí, muchas”.

            “–Hijo mío, aún estando así: ¿intentaste ayudarles?”

            “–Sí, alguna vez”.

            “–¿Es verdad que pedías y buscabas comida, no para ti, pero sí para tus hermanos?”

            “–Sí, es cierto. Era la única forma de que no murieran de hambre y de frío… Padre mío, yo, y muchos como yo, siempre hemos creído en ti y te adoramos”.

            “–Hijo mío, tú no me has traído una riqueza, sino una gran riqueza. Hijo mío, pasa y quédate conmigo”.